El Rastro de la Sangre

o

La pista de los cristianos a través de los siglos desde el tiempo de
Cristo hasta nuestros días

O para expresarlo de otra manera,
pero muy expresivamente:
"Historia de las doctrinas enseñadas por Cristo y sus apóstoles y
los que les fueron leales."

PRIMERA DISERTACIÓN

   "Acuérdate de los tiempos antiguos; considera los años de
muchas generaciones: Pregunta a tu padre, y él te declarará; a
tus ancianos, y ellos te dirán."
  (Deuteronomio 32:7)
   1. Lo que hoy conocemos como Cristianismo o religión cristiana,
comenzó con Cristo, el año 30 de nuestra era, en tiempo del imperio
romano y dentro de sus límites, uno de los mayores imperios que el
mundo haya conocido en el curso de toda su historia.
   2. Ese imperio, en aquella época, comprendía casi todo el mundo
entonces conocido y habitado.   El emperador reinante a la sazón era
Tiberio César.
   3. En cuanto a religión, el imperio romano era en ese entonces
pagano.   Sus numerosos dioses eran, unos reales, otros imagínarios.
Había asimismo muchos creyentes y devotos.   Esa religión era no sólo
la religión del pueblo, sino la del imperio, y como tal estaba sostenida
y protegida por El Estado. (Mosheim, tomo I, cáp. 1)
   4. El pueblo judío, que en ese período ya no constituía una nación
aparte, se hallaba desparramado por el Imperio Romano.   Sin embargo,

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ese pueblo todavía tenía el templo de Jerusalén, donde todavía podía
rendir culto a Dios; pues todavía se mostraba celoso por su religión;
pero, a semejanza de los paganos, hacía largo tiempo que había caído
en el formulismo y perdido su influencia. (Mosheim, tomo I, cáp.
II)
   5. Como la religión de Cristo no es una religión de este mundo, su
fundador no le dio ninguna cabeza o fe terrenal, ni poder temporal.
Y así, ella no buscó ni el sostén ni el apoyo del Estado; tampoco
trató de destronar a César.   Y así tenía que ser, como quiera que su
autor había dicho: "Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que
es de Dios."
  (Mateo 22:19-22; Marcos 12:17; Lucas 20:20)   Desde
que el cristianismo es una religión espiritual, mal podía ser el rival
de ningún gobierno terrenal.   Y a mayor abundamiento, hasta se les
enseñó a sus adherentes a respetar a las autoridades y a observar las
leyes.   (Romanos 13:1-7; Tito 3: 1; 1 a de Pedro 2:13-16)
   6. Deseo llamar ahora vuestra atención a algunas de las notas o
marcas de esta religión.   Si queremos remontarnos hasta su origen,
a través de sus largos veinte siglos, y especialmente a lo largo de
los mil doscientos años de la lóbrega Edad Media, anegada por ríos
de sangre de mártires, nos será preciso conocer bien las marcas, a
fin de orientarnos.   A medida que avancemos, hallaremos que esas
marcas han sido muchas veces horriblemente desfiguradas; pero
siempre daremos con alguna que haya resultado indeleble.
Estemos, pues, sobre aviso, con cuidado y oración.   Desde luego,
hallaremos muchas imposturas y simulaciones, de tal manera que a
ser posible, "aún los mismos escogidos se extraviarían."   Pero así y
todo, necesitamos seguir, a ser posible, su pista, valiéndonos de los
datos históricos dignos de fe, y, con especialidad, de los aportados
por las palabras y las marcas de la divina verdad.

Algunas Marcas Infalibles E Indefectibles

   Si al descender a través de los siglos, damos con un grupo o
grupos que no posean las marcas distintivas que van a continuación y
que enseñan otras cosas como doctrinas fundamentales, ¡cuidado!
   1. Cristo, el autor de esta religión, constituyó a sus secuaces o
discípulos en Iglesia.   Los discípulos a su vez habían de constituir otras

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Iglesias a medida que esta religión se extendiese y se "hiciesen" otros
discípulos. (Sucesiones Bautistas, Ray, edición revisada, Cáp. I)
   2. Este organismo o Iglesia tenía de acuerdo con las Escrituras y
la práctica de los apóstoles y de las primeras Iglesias, dos clases de
ministros o funcionarios, y sólo dos: pastores y diáconos.   El pastor
era llamado Obispo.   Tanto el pastor como los diáconos habían de
ser elegidos por la Iglesia para desempeñarse como servidores de la
misma.
   3. Las Iglesias, en su gobierno y disciplina, habían de ser
enteramente independientes unas de otras.   Y así la Iglesia de
Jerusalén no había de tener autoridad alguna sobre la de Antioquía;
ni la de Antioquía sobre la de Efeso, ni ésta sobre la de Corinto, y
así sucesivamente.
   Su gobierno había de ser congregacional y democrático; es decir,
un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
   4. Cristo dió a la Iglesia dos ordenamientos y nada más que dos,
a saber el Bautismo y la Cena del Señor.   Estos dos ordenamientos
habían de ser perpetuos y de carácter memorial.
   5. Esta Iglesia no había de recibir otros miembros en su seno
que los que fuesen salvos.   (Hechos 2:47)   Estos habían de ser salvos
únicamente por la pura gracia de Dios, y no por virtud de obras de
la ley (Efesios 2:5, 8-9).   Estos salvados, y sólo éstos, habían de
ser sumergidos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu
Santo.   (Mateo 28:19)   Y sólo éstos, así recibidos y bautizados, habían
de participar de la Cena del Señor; la Cena había de celebrarse
únicamente por la Iglesia, en su carácter de tal.
   6. Las Divinas Escrituras y nada más que ellas (de hecho, el
Nuevo Testamento y sólo el Nuevo Testamento), habían de ser la regla
y guía en materias de fe y de conducta, no sólo para la Iglesia, como
organismo, sino para cada miembro individual de la misma.
   7. Cristo Jesús, el fundador de ese organismo y el salvador de
sus miembros, había de ser su único sacerdote y rey, su único Señor
y legislador, así como la única cabeza de las Iglesias.
   Las Iglesias habían de ser ejecutivas tan sólo para llevar a cabo
la voluntad de su Señor y sus perfectas leyes; jamás habían de ser
legislativas para reformar o abrogar sus antiguas leyes o hacer otras
nuevas.

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   8. Esta religión de Cristo había de ser asunto puramente personal,
individual y voluntario, que se abrazase mediante la persuasión,
y no por compulsión física o gubernativa; sino que había de ser
asunto de categórica elección personal.   "Escoged a quien sirváis,"
es el requerimiento escritural.   No podría, por tanto, ser aceptada, ni
rechazada, ni obervada por sustituto ni compulsión.
   9. Nótese bien, que ni Cristo ni sus apóstles dieron jamás a
sus secuaces ningún nombre denominacional, como los que hoy
se acostumbran, como los de Católico, Luterano, Presbiteriano,
Episcopal, etc., etc., (salvo el nombre dado por Cristo a Juan, que
estaba destinado a ser llamado el Bautista o Juan el Bautista, Mateo
11:11, y diez o doce veces mas), Cristo llamó al individuo que se
seguía discípulo.   Dos o tres veces más fueron llamados discípulos.
Al conjunto de discípulos, sea en Jerusalén, o en Antioquía o en otras
partes, se le llamó Iglesia.   Y siempre que se aludía a más de uno de
estos distintos organismos, se los llamaba Iglesias; pues la palabra
Iglesia usada en singular nunca se la empleaba para referirse a más
de uno de estos organismos, ni siquiera se hacía eso al referirse a
todas ellos.
   10. Me permito señalar otra nota o marca distintiva, a saber, la
completa separación de la Iglesia y el Estado.   Ninguna combinación
o mezcla tiene que hacerse entre esta religión espiritual y el gobierno
temporal.   A esto hay que añadir la "completa libertad religiosa" para
todo el mundo.

[la carta]

PRIMER PERIODO
(Desde al año 30 al 500)

   1. Debido al extraño, bien que maravilloso, impulso y dirección
de
Juan el Bautista, el elocuente pregonero del desierto, y al amoroso
contacto y la milagrosa eficacia del poder de Cristo, así como a la
admirable predicación de los apóstoles y de sus inmediatos sucesores,
la religión cristiana se propagó por modo extraordinario durante los
primeros quinientos años de su existencia, dejando, eso sí, un horrible
rastro de sangre tras sí.

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   El Judaísmo y el paganismo se opusieron con fiereza a todo
movimiento de avance.   El primero de los grandes adalides cuya vida
fue inmolada fue Juan el Bautista, siendo decapitado.   Poco después,
le siguió el mismo Salvador, fundador de esta religión, muriendo de
cruel muerte de Cruz.
   2. A continuación del Salvador, y en rápida sucesión, fueron
martirizados muchos otros héroes.   Esteban fue lapidado; Mateo,
muerto en Etiopía; Marcos, arrastrado por las calles, hasta que murió;
Lucas, ahorcado; Pedro y Simeón, crucificados; Andrés, atado a
una cruz; Santiago, decapitado; Felipe, crucificado y apedreado;
Bartolomé, desollado vivo; Tomás, alanceado; Santiago el menor,
arrojado de lo alto del templo al pavimento causándole la muerte;
Judas fue asaeteado; Matías, apedreado; y Pablo, decapitado.
   3. Habían transcurrido ya más de cien años cuando estas cosas
sucedieron.   Esta fiera persecución del Judaísmo y el paganismo
prosiguió durante dos o tres siglos más.   Con todo, la religión cristiana
se propagó de una manera extraordinaria, por todo el imperio romano:
Europa, Asia, Africa, Inglaterra, Gales y muchas otras partes donde
había alguna civilización.   Las Iglesias se multiplicaban sobremanera,
los discípulos acrecieron continuamente; pero algunas Iglesias
prosiguieron el error.
   4. La primera desviación de las enseñanzas del Nuevo Testamento
comprendió el sistema de gobierno y la doctrinas.
   Durante los dos primeros siglos, las Iglesias locales se multiplicaron
rápidamente; y algunas de las más antiguas, como la de Jerusalén, la
de Antioquía, Efeso, Corinto, etcétera, crecieron tanto, que llegaron
a ser muy grandes; Jerusalén, por ejemplo, llegó a tener muchos
millares de miembros (véase los Hechos 2:41; 4:4; 5:14); es probable
que su número oscilase entre 25,000 y 50,000, o más.   Una persona
que estudie atentamente el libro de los Hechos y las Epístolas verá
que Pablo tuvo una formidable tarea en su tiempo para hacer que
algunas Iglesias marchasen bien.   Véanse las profecías de Pedro y de
Pablo tocante al futuro (2a de Pedro 2:12; Hechos 20:29-31.   Véase
asimismo el Apocalipsis, cap. 2 y 3.)
   Estas grandes Iglesias tenían, por necesidad, muchos predicadores
y presbíteros (Hechos 20:17).   Ello dio lugar a que algunos de los
obispos o pastores comenzasen a asumir una autoridad que no les

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concedía el Nuevo Testamento, como la de ejercer autoridad sobre
otras Iglesias más pequeñas.   Los tales obispos, con sus numerosos
ancianos o presbíteros comenzaron a enseñorearse de las heredades
del Señor (Véase la 3a ep. de Juan, 9)
   He aquí el comienzo de un error que ha tomado cuerpo y
multiplicado muchos otros errores graves y peligrosos.   Aquí
tenemos también el comienzo de las varias órdenes en el ministerio,
las que fueron multiplicándose hasta alcanzar al número existente
actualmente en el catolicismo y otros cuerpos religiosos.   Esto fue el
punto de partida que acabó con la forma democrática de gobierno de la
Iglesia, existente en las Iglesias primitivas.   Esta irregularidad, aunque
en pequeña escala, comenzó a fines del siglo segundo.   Es probable
que ésta haya sido la más grave desviación del orden eclesiástico del
Nuevo Testamento.
   5. Otro cambio vital que, según se desprende de la historia, ha
tenido lugar a fines del siglo segundo, es el relacionado con la gran
doctrina de la salvación.   Los Judíos, lo mismo que los paganos, habían
sido enseñados, por muchas generaciones, a dar gran importancia a
las ceremonias.   Habían llegado a mirar los tipos como antitipos, las
sombras como sustancias reales; y las ceremonias como verdaderos
agentes o medios de salvación.   Es lo que sucedió con el bautismo.
Sin duda, se dijeron: La Biblia habla mucho del bautismo.   En ella se
hace mucho hincapié sobre ese ordenamiento y el deber de obedecerlo.
Seguramente que ello se debe a que ese ordenamiento tiene algo que
ver con la salvación.   El resultado fue que en ese período la idea de
la regeneración bautismal llegó a predominar en algunas Iglesias.
(Shackelford, pág. 57; Camp, pág. 47; Benedict, pág. 286; Mosheim,
tomo I, pág. 134; Christian, pág. 28)
   6. Otro grave error que comenzó a infiltrarse y que, según algunos
historiadores, comenzó en este mismo siglo, y del que es dable
decir fue una inevitable consecuencia de la idea de la regeneración
bautismal
, fue el del cambio de los sujetos del bautismo.   Y así, no bien
se consideró a ese ordenamiento como agente o medio de salvación,
se juzgó que cuanto más pronto se lo recibiese, tanto mejor.   Tal fue
el origen del bautismo infantil.   Antes de eso, los creyentes, y sólo los
creyentes, eran considerados como los únicos sujetos propios de ese
ordenamiento.

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   Referente a la aspersión y la afusión, ninguna referencia se hace
a ellas todavía, y ello en razón de que esas formas de bautizar fueron
adoptadas mucho más tarde; pues los infantes eran sumergidos, al
igual que los adultos, durante varios siglos.   Esa costumbre todavía
prevalece entre los griegos ortodoxos (rama grandísima de la Iglesia
Católica) hasta nuestros días, sin que jamás hayan cambiado la forma
original de bautizar.   Verdad es que los griegos practican el bautismo
infantil
, pero también lo es el que nunca los han bautizado de otra
manera que sumergiéndolos.
   Como algunos historiadores colocan el comienzo del bautismo
infantil
dentro de este siglo, citaré, como refutación, un corto párrafo
de la obra "Investigaciones Eclesiásticas," por Robinson:
   "Durante los tres primeros siglos, las congregaciones de todo el
Oriente se mantuvieron como cuerpos independientes, sin recibir
ayuda pecuniaria alguna del gobierno, y sin ejercer ningún poder
o autoridad secular una sobre otra.   Durante todo este tiempo, esas
Iglesias sólo bautizaban adultos, como lo denota el que aunque todos
los padres de la Iglesia de los primeros cuatro siglos, hasta Jerónimo
(310) eran Griegos, Sirios, y Africanos, y nos dejaron gran número
de relatos del bautismo de adúltos, con todo, no se halla ni uno
siquiera del bautismo de un niño hasta el año de 370."
(Shackelford,
Compendio de la Historia de los Bautistas, p. 43; Vedder, p. 50;
Christian, p. 31; Orchard, p. 50, etc.)
   7. Recuérdese que cambios semejantes a los mencionados aquí,
no se hicieron en un día ni en un año, sino que se fueron realizando
paulatinamente, y nunca en todas las Iglesias.   Algunas de ellas los
repudiaron enérgicamente.   Tanto es así que el año 251 las Iglesias que
se mantuvieron fieles rompieron la comunión con las que aceptaron y
practicaron tales errores.   Esa fue la primera separación oficial efectiva
entre las Iglesias.
   8. Debe advertirse que durante los tres primeros siglos tuvieron
lugar tres importantes cambios vitales, en las enseñanzas de Cristo y
sus apóstoles.   También tuvieron lugar algunos significativos sucesos.
Nótese esta sumaria recapitulación:

   1) El cambio de la idea neotestamentaria del obispo y del gobierno
eclesiástico.   Este cambio fue rápido, oficial, definitivo y dañoso.

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   2) El cambio de las enseñanzas del Nuevo Testamento tocante a
la regeneración, por la regeneración bautismal.
   3) El cambio del bautismo de creyentes por el bautismo infantil.
(Este último, sin embargo, no se hizo general ni muy frecuente por
más de un siglo.)

   9. La regeneración bautismal y el bautismo infantil.   Estos dos
errores, según el categórico testimonio de la historia, causaron más
derramamiento de sangre de cristianos en el transcurso de los siglos
que todos los otros errores combinados, o probablemente que todas
las guerras (no relacionadas con las persecuciones), si se exceptúa la
reciente guerra mundial (1914-1918).   Sí, más de cincuenta millones
de cristianos sufrieron el martirio, principalmente por haber rechazado
estos dos errores durante el sombrío período de la Edad Media, esto
es, en el lapso de doce o trece siglos.
   10. La historia nos refiere que durante estos tres primeros siglos
existían en la gran mayoría de las Iglesias estos tres significativos
hechos:

   1) La separación e independencia de las Iglesias.
   2) La subordinación de los obispos o pastores a la Iglesia.
   3) El bautismo de creyentes únicamente.

   Citaré a Mosheim, el más grande de todos los historiadores
luteranos, tomo I, Págs. 71 y 72:
   "Quien quiera que suponga que los obispos del Siglo de Oro de
la Iglesia eran semejantes a los de los siglos posteriores, no hará
sino una mezcla y confusión de caracteres muy diferentes, porque
en este y en el siguiente siglo, un obispo tenía a su cargo una sola
Iglesia, que ordinariamente podía reunirse en una casa particular;
tampoco era su amo o señor, sino sólo su ministro o servidor.   En estos
tiempos primitivos, todas las Iglesias eran independientes, es decir,
que ninguna estaba sujeta a la jurisdicción de otra.   Pues aunque las
Iglesias que habían sido fundadas por los apóstoles habían honrado
a éstos, consultándolos en casos dudosos, sin embargo, no tenían ni
autoridad judicial, ni dominio sobre ellas, ni facultad para dictarles
leyes.   Por el contrario, tan evidente es que las Iglesias tenían iguales

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derechos, como la luz de mediodía, desde que se encontraban en el
mismo pie de igualdad."

   11. Sin embargo, hasta este período, el cristianismo, no obstante sus
muchas y graves persecuciones, se había propagado maravillosamente,
hasta el punto de extenderse hasta más allá del Imperio Romano,
con el resultado de que casi todo el mundo habitado había oído el
Evangelio.   Es más; según algunos historiadores eclesiásticos, muchas
de las iglesias fundadas por los apóstoles se hallaban en esta época
todavía intactas, y fielmente adheridas a las enseñanzas apostólicas.
Sin embargo, como ya se ha dicho, un número de grandes y dañosos
errores habían penetrado y perpetuándose en no pocas iglesias, lo
que hizo que el estado de algunas fuese muy irregular.
   12. En este período, las persecuciones fueron cada vez más fieras.
A principios del siglo cuarto, es quizá cuando aparece el primer edicto
gubernamental contra los cristianos.   Este se dio a la publicidad el 24
de Febrero de 303, D. de C.   Hasta ese entonces, el paganismo, a lo
que parece, había perseguido a los cristianos sin que ninguna ley lo
ordenara.
   13. Pero ese edicto fracasó de tal manera en su propósito de detener
el progreso del cristianismo, que el mismo emperador, Galerio, que
lo había promulgado, publicó otro, ocho años más tarde, en 311,
revocando el primero, y concediendo a los cristianos la debida
tolerancia para practicar su religión.   Es probable que este edicto haya
sido el primero en favorecerlos.
   14. A principios del año de 313, el cristianismo alcanzó una
señalada victoria sobre el paganismo, con motivo de haber ascendido
al solio imperial de los Césares un nuevo emperador.   Este, que no
era otro que Constantino, no tardó en caer en la cuenta de que el
cristianismo poseía un misterioso poder, al continuar propagándose,
a despecho de las persecuciones.
   Cuenta la historia que ese monarca tuvo una maravillosa visión.
Se dice que vio en el cielo una cruz de fuego, y sobre ella estas
ígneas palabras: "Con ésta vencerás."   El las interpretó en el sentido
de que debía hacerse cristiano.   Vio asimismo que de hacer eso y
renunciando al paganismo, y uniendo al poder temporal del Imperio
Romano el poder espiritual de la religión cristiana, el mundo sería
fácilmente conquistado.   De ese modo la religión cristiana llegaría a

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ser de hecho la religión del mundo entero, y el Imperio Romano, un
imperio universal.
   15. Todo esto dio lugar a una tregua, a un cortejo y a un maridaje
entre el Imperio Romano y la religión cristiana, mediante la
intervención del emperador.   Las palabras de este contrato matrimonial
fueron éstas: "Dadnos vuestro poder espiritual, y nosotros os daremos
nuestro poder temporal."

   16. Para efectuar y consumas esa impía unión, se convocó a un
concilio.   Esa convocatoria tuvo lugar el año 313; por ella se invitaba
a las iglesias cristianas o a sus representantes a esa asamblea.   Muchas
fueron las que acudieron, aunque no todas, al llamado.
   Resultado: que no sólo se consumó la alianza entre la Iglesia y
el Estado, sino que se creó una Jerarquía, la cual, al organizarse,
destronó a Cristo como cabeza de las Iglesias, y entronizó al
emperador Constantino (aunque sólo temporalmente) en lugar de
Cristo, como cabeza de la Iglesia.
   17. La Jerarquía fue el principio exacto de un proceso que trajo
como resultado final lo que ahora se conoce como la Iglesia Católica
o universal.   Cabría decir de ella que su exacto comienzo tuvo lugar
a fines del siglo segundo y comienzos del tercero, cuando las nuevas
ideas acerca de los obispos y el gobierno prelaticio de la Iglesia
comenzó a perfilarse.
   18. Téngase muy presente que cuando Constantino convocó el
concilio, hubo muchos cristianos (Bautistas) y muchas Iglesias que
rehusaron acudir, por ser contrarios a todo maridaje entre la Iglesia y
el Estado, al gobierno religioso centralizado y al gobierno jerárquico
o de prelados, por ser eso opuesto al gobierno congregacional.   Ni esos
cristianos (Bautistas) ni esas Iglesias se embanderaron ni entonces
ni más tarde en la jerarquía de la denominación católica
.
   19. Cuando se creó esa jerarquía, Constantino, que fue reconocido
como cabeza de ella, aun no era cristiano.   Había convenido en serlo,
sí, pero como las extraviadas e irregulares Iglesias que habían entrado
con él en esa organización habían adoptado el error de la [re]generación
bautismal
, surgió en el ánimo del emperador una tremenda duda: "Si
yo soy salvo - se dijo - de mis pecados mediante el bautismo, ¿cómo
me salvaré de los que pueda cometer después de bautizarme?"

Es decir, que suscitó una cuestión que ha confundido a todas las

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generaciones subsiguientes: ¿Puede el bautismo lavar los pecados aún
no cometidos?   O, ¿se lavan los pecados cometidos antes del bautismo
mediante un procedimiento, a saber, el bautismo, y los cometidos
después, mediante otro?
   20. No pudiendo resolver satisfactoriamente las muchas cuestiones
que surgieron de su mente, Constantino decidió, finalmente, unirse
a los cristianos, pero aplazando su bautismo hasta el momento de su
muerte, a fin de que todos sus pecados pudieran ser lavados de una
vez.   Tal fue la directiva que siguió; de ahí que no fuese bautizado
sino hasta poco antes de morir.
   21. La conducta de Constantino de repudiar la religión pagana,
que era la de todo el imperio, para aceptar la cristiana [comienzan], le granjeó el
desagrado del Senado romano, el cual repudió su proceder, o, cuando
menos, se opuso a él.   Esa oposición del Senado indujo a Constantino
a trasladar la capital del imperior de Roma a Bizancio, una antigua
ciudad, que él reedificó, y a la que llamó Constantinopla, en honor
suyo.   El resultado fue que hubo dos capitales del imperio: Roma y
Constantinopla.   Estas dos ciudades, que fueron rivales por muchos
siglos, llegaron a ser más tarde el asiento de la autoridad religiosa de
la Iglesia Católica, dividida en dos ramas: la Griega y la Romana.
   22. Hasta el establecimiento de la jerarquía y la unión de la
Iglesia y el Estado, todas las persecuciones fueron realizadas, ya por
el judaísmo, ya por el paganismo.   Ahora se produce un tremendo
cambio: los cristianos (de nombre) comienzan a perseguir a los
cristianos que disienten de ellos.
   Constantino, que desea que todos los cristianos compartan con
él su idea de una religión del Estado, comienza a echar mano de su
poder imperial para obligar a los muchos creyentes que, por razones
de conciencia, se oponen a esta grave desviación de las enseñanzas
del Nuevo Testamento.
   Tal fue el comienzo de los días y años, y aun siglos, de dura y fiera
persecución contra todos los cristianos que se mantuvieron leales a
las enseñanzas originales de Cristo y sus apóstoles.
   23. Téngase presente que estamos refiriendo sucesos que
ocurrieron entre los años 300 y 500 D. de C.
   La jerarquía, establecida bajo la dirección de Constantino, se
transformó rápidamente en lo que ahora se conoce como la Iglesia

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Católica.   Esta recién transformada Iglesia, unida al poder temporal, ya
no es sencillamente un elemento ejecutivo para cumplir las perfectas
leyes del Nuevo Testamento, sino que comenzó a asumir un carácter
legislativo, que corrige o anula las antiguas leyes o promulga otras
nuevas, completamente desconocidas por el Nuevo Testamento.
   24. Una de sus primeras disposiciones legislativas, y de las que
más subversivos resultados produjeron, fue el establecimiento por
ley del bautismo infantil
.
   En Virtud de esta nueva ley, el bautismo infantil se hizo obligatorio.
Esto ocurrió el año 416.   Un siglo antes de esto, no era frecuente el
bautismo de niños.   Pero no bien esta nueva ley fue hecha efectiva,
fueron abrogadas dos leyes vitales del Nuevo Testamento, a saber:
el bautismo de creyentes y la obediencia voluntaria del candidato al
mismo
.
   25. Como consecuencia inevitable de esta nueva doctrina y esta
nueva ley, estas extraviadas Iglesias pronto se llenaron de miembros
inconversos.   El resultado fue que no pasaron muchos años antes de
que la mayoría de los miembros se compusiese de inconversos.   Este
estado de cosas hizo que los grandes intereses del gran reino espiritual
de Dios estuviesen en manos de elementos no regenerados.   ¿Qué
podía esperarse de esta situación?
   26. Desde luego, los creyentes y las Iglesias leales rechazaron esta
nueva ley; pues para ellos, la única ley valida era la del bautismo de
creyentes
, por ser el único bautismo neotestamentario.   Y así, no sólo
rehusaron bautizar a sus hijos, sino que creyendo, como creían, en
el bautismo de creyentes, rehusaron el bautismo administrado por las
Iglesias de esta anti-escritural organización.   Por manera que si uno
de los miembros de esas Iglesias extraviadas deseaba unirse a alguna
de las que habían rehusado plegarse a la nueva organización, se le
exigía que diese pruebas de genuina conversión, y se rebautizase.
   27. Esta conducta de parte de las Iglesias leales pronto incurrió
en el furibundo desagrado de los devotos de la religión del Estado,
muchos de los cuales, si no los más de ellos, no eran genuinos
cristianos.
   Sin embargo, a partir de ese momento, se les negó el nombre
de cristianos a los que integraban las Iglesias leales que rehusaban
aceptar los nuevos errores.   Es más: no sólo fueron despojados de ese

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nombre, sino que se les puso muchos otros nombres, de manera que
unas veces eran llamados por uno, y otras por otro; y así se les llamó:
Montañistas, Tertulianistas, Novacianos, Petrobrusianos, etc.; y
algunos, al menos, a causa de su práctica de rebautizar a los que habían
sido bautizados en la infancia, fueron demoninados Anabaptistas.
   28. El año 426, exactamente diez años después de haberse
establecido con fuerza de ley el bautismo infantil, comenzó el horrible
período conocido como la Edad Media.   ¡Qué horrible período fue
ese!   ¡Cuán tenebroso y sangriento fue!   Durante diez siglos, a partir
de ese entonces, el rastro del cristianismo leal se halla regado por su
misma sangre.   Hay muchos nombres llevados por los perseguidos.   A
veces esos nombres les fueron dados debido a algún jefe heróico que
los acaudillaba; y otras debido a otras causas.   Ocurría a veces que el
mismo pueblo era designado en cada país con distinto nombre.
   29. Fue a principios de la Edad Media cuando comenzó el papado,
en la persona de León II, 440-461.   No fue, sin embargo, entonces
cuando se usó por primera vez el título de papa.   Ese título, lo mismo
que el de Iglesia Católica, fue ampliado.   El nombre aparece por
primera vez aplicado al obispo de Roma, entre 296 y 304.   El primero
en adoptarlo formalmente fue Siricio, obispo de Roma de 384 a 408.
Luego fue adoptado oficialmente por León II, 440-461.   Después
fue universalmente reivindicado por todos los obispos, 707, hasta
que Gregorio VII, unos siglos más tarde, declaró que ese título era
exclusivo del papa.
   30. Recapitulemos ahora los sucesos más significativos de este
primer período de quinientos años:

   1) El cambio gradual del gobierno democrático por uno de
carácter prelaticio.
   2) El cambio de la salvación por gracia por la salvación
bautismal
.
   3) El cambio del bautismo de creyentes por el bautismo
infantil
.
   4) La Jerarquía.   Maridaje de la Iglesia y el Estado.
   5) La capital del imperio trasladada a Constantinopla.
   6) El bautismo infantil establecido por ley, y declarado
obligatorio.

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   7) Los cristianos comienzan a perseguir a los cristianos.
   8) La Edad del oscurantismo comenzó en 426.
   9) La espada y la tea, más bien que el Evangelio, llegan a ser el
poder de Dios (?) para salvación.
   10) Todo resto de "libertad religiosa" acaba por morir; se la
entierra, y enterrada queda por varios siglos.
   11) Las Iglesias leales al Nuevo Testamento, conocidas por
muchos nombres, son perseguidas sin tregua ni descanso por el poder
temporal de la nueva Iglesia Católica.   Restos de creyentes que se
hallan dispersos por todo el mundo, buscan refugio (poco seguro) en
los lugares más ocultos de los bosques, las montañas, los valles, los
escondrijos cavernas de la tierra.

SEGUNDA DISERTACIÓN
(Desde al años 600 al 1300)

   1. Hemos terminado la primera disertación en el siglo quinto.
   Sin embargo, un buen número de sucesos que no se mencionaron
en la primera disertación tuvieron su principio en las primeras
centurias de nuestra era.
   Hemos llegado al hórrido período, designado por la historia
universal como la Edad Media o del oscurantismo.   Porque fue deveras
una época tenebrosa, sangrienta y horrida en extremo.
   Las persecuciones de la Iglesia Católica Romana fueron crueles
y continuas.   La guerra de exterminio que prosiguió sin interrupción
y de una manera implacable en muchos países, hizo que muchos
creyentes huyesen a otras tierras, no dejando tras sí más que un reguero
de sangre, por dondequiera que iban.   Esto se vio especialmente en
Inglaterra, Gales, Africa, Armenia y Bulgaria, y donde quiera que
había cristianos que se mostraban sincera y rigurosamente leales al
Nuevo Testamento.
   2. Volvamos ahora nuestra atención a los concilios llamados
Ecuménicos o imperiales.   Conviene tener presente que todos esos
sínodos se celebraron a semejanza del de Jerusalén (véase Hechos
15:1), celebrado por los apóstoles y otros; pero es probable que no
haya habido nada más diferente que éstos de aquél, a pesar de llamarse
concilios.

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   Fijaremos nuestra atención ahora tan sólo en ocho de ellos, los
que fueron convocados por los emperadores; no por los papas.   Todos
estos concilios fueron celebrados en Oriente, es decir por Iglesias
del rito Griego, sí bien asistieron a ellos representantes de la rama
occidental o Romana de la Iglesia.
   3. El primero de esos concilios se celebró en Nicea, en 325,
convocado por Constantino el Grande, al que asistieron 318
obispos.
   El segundo fue el de Constantinopla, celebrado en 381, convocado
por el emperador Teodosio el Grande.   A éste asistieron 150 obispos.
(Téngase presente que en los primeros siglos del cristianismo, los
obispos no eran otra cosa que los pastores de las iglesias locales.)
   El tercero fue convocado por Teodosio II y Valentiniano III.   A
éste concurrieron 250 obispos, siendo celebrado en Efeso, en 431.
   El cuarto se celebró en Calcedonia, en 451, convocado por el
emperador Marciano; concurrieron a él entre 500 y 600 obispos
o metropolitanos (éstos eran pastores de ciudades principales o
pastores de las principales Iglesias.)   En este concilio fue promulgada
la doctrina de lo que ahora se conoce como Mariolatría, es decir, el
culto de María, la madre del Señor.   Al principio, esta doctrina causó
mucha agitación; pues muchos opusieron a ella serios reparos.   Con
todo, acabó por imponerse como doctrina o dogma permanente de
la Iglesia Católica.
   El quinto de estos ocho concilios se realizó en Constantinopla.
Este fue el segundo celebrado en aquella ciudad.   Lo convocó
Justiniano, el año 553, al que asistieron 165 obispos.   A lo que parece,
fue celebrado principalmente para condenar ciertos escritos.
   El sexto concilio fue convocado en 680 por Constantino
Pogonato, y celebrado, como el anterior, en Constantinopla, para
condenar la herejía.   Este concilio condenó también al papa Honorio,
al que depuso y excomulgó.   Desde luego, la infalibilidad aún no había
sido declarada.
   El séptimo concilio se reunió en Nicea, el año 787.   Fue éste el
segundo celebrado en esa ciudad.   Fue convocado por la emperatriz
Irene.   Al parecer, fue en este concilio donde se originó el culto de las
imágenes
y de los santos.   Como podéis verlo, esos padres se hicieron
más paganos que cristianos.

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   El último de los llamados concilios orientales convocados por
los emperadores, tuvo lugar en Constantinopla, el año 869.   Fue
convocado por el emperador Basilio I, el Macedonio.
   La Iglesia Católica pasaba a la sazón por una seria dificultad,
causada por la controversia suscitada entre las dos cabezas de una
y otra rama del catolicismo (la oriental y la occidental, o sea la
Griega y la Latina), a saber, Focio, de Constantinopla y Nicolás I,
de Roma.   Tan grave fue la contienda que los dos se excomulgaron
mutuamente, de suerte que, durante un corto tiempo, el catolicismo
estuvo sin cabeza.
   El objeto del concilio fue, por consiguiente, el de arreglar ese
asunto, de ser posible.   Pero tan definitiva fue esa ruptura entre las dos
ramas de Catolicismo, que hasta la hora presente no ha sido posible
restablecer la armonía entre ambas Iglesias.   Todos los intentos hechos
en ese sentido han fracasado completamente.
   Desde ese entonces, el poder de la curia romana ha ido en
aumento.   Desde esa época en adelante, ya no son los emperadores
los que convocan los concilios, sino los pontífices romanos.
   Tocante a los concilios posteriores, nos ocuparemos de ellos más
tarde, en el curso de estas disertaciones.
   4. Hay una nueva doctrina a la cual hemos dejado de llamar la
atención.   Sin duda que también hay otras que se hallan en el mismo
caso, pero hay una especialmente, a la que quiero llamar vuestra
atención, y esa es la de la Comunión infantil.   En efecto, a los niñitos
no sólo se les bautizaba y recibía en la Iglesia, sino que se les suponía
capaces de participar de la Cena del Señor.   Pero el problema que se
planteaba era de cómo se le podría administrar.   Al fin, se lo resolvió
mojando el pan en el vino.   Tal fue la forma que se observó por mucho
tiempo.
   Algo más tarde, se añadió otra nueva doctrina a la anterior, cual
era la de que había otro medio de salvación.   Pero como posteriormente
apareció otra nueva enseñanza, volveremos a referirnos a esta última,
algo más tarde.
   5. En el concilio de Calcedonia, celebrado en 451, se añadió
otra doctrina enteramente nueva, que acrecentó rápidamente la lista,
a saber, la doctrina, llamada Mariolatría o culto a María, la madre
de Jesús.

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   Parece que se sintió la necesidad de un nuevo mediador, a causa
de estimarse demasiado grande la distancia entre Dios y los hombres
para que bastase un solo mediador, aún cuando ése lo fuese Cristo,
Hijo de Dios y Dios Hombre.   Y así se consideró que se necesitaba de
María, como otra mediadora; con lo cual se le dirigieron oraciones
y ruegos, a fin de que ella, a su vez, se los dirigiera a Cristo.
   6. En el siglo octavo, se añadieron a la fe Católica otras dos
nuevas doctrinas, las que fueron promulgadas en el segundo concilio
celebrado en Nicea, el que tuvo lugar el año 787.
   El primero que allí se celebró se le designó como el concilio
del culto de las imágenes, una abierta violación de uno de los
mandamientos divinos, que dice: "No te harás imagen,
ni ninguna semejanza"
(Éxodo 20:4)
   Fue esa otra añadidura del paganismo, a la que luego siguió la
del culto de los santos.   Esta doctrina no tiene base bíblica alguna.
El único ejemplo de súplica dirigida a un santo que hallamos en la
Biblia, dado sin duda para mostrar lo necio de semejante pedido, es
la que el rico dirigió a Abraham (Lucas 16:24-31).   Estos son algunos
(no todos) de los numerosos cambios revolucionarios que se hicieron
tocante a las enseñanzas del Nuevo Testamento en ese período de la
Historia Eclesiástica.
   7. Durante el período que acabamos de recorrer, los perseguidos
fueron llamados por muchos y variados nombres, como Donatistas,
Petrobrusianos, Cátaros, Paulicianos y Anabaptistas.   Algo más tarde,
fueron llamados Arnoldistas, Enriqueños, Albigenses y Valdenses.
A veces uno de estos grupos sobresalía sobre los demás, y otras,
otro.   Pero algunos de ellos casi siempre se destacaron a causa se lo
persistente y terrible de la persecución.
   8. Pero no se vaya a pensar, sin embargo, que todos estos
perseguidos hayan sido siempre leales en todo sentido a las enseñanzas
del Nuevo Testamento.   En lo esencial, sí lo fueron.   Y algunos, si
se tienen en cuenta las circunstancias que les rodeaban, fueron
sorprendentemente fieles.   Téngase presente que muchos de ellos sólo
poseían en aquellos lejanos tiempos partes del Nuevo o del Viejo
Testamento; pues como los sagrados libros no estaban impresos,
sino manuscritos en pergamino o algo por el estilo, eran grandes y
voluminosos.

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   Ello hacía que fuesen pocas, si es que había alguna, las familias
y hasta las simples Iglesias que tenían ejemplares completos de la
Biblia.   Antes de la formal terminación del canon, lo cual ocurrió
a fines del siglo cuarto, había muy pocos manuscritos de todo el
Nuevo Testamento.   De los mil de ellos de que tenemos noticia,
sólo unos treinta contienen todos los libros de que consta el Nuevo
Testamento.
   9. Además, durante toda la Edad Media y el período en que
arreciaron las persecuciones, se hicieron grandes esfuerzos por
destruir las Sagradas Escrituras, sin excluir los ejemplares que poseían
los propios perseguidos.   De ahí que esas víctimas de la persecución
tuviesen, en muchos casos, únicamente algunos fragmentos de la
Biblia.
   10. Conviene también advertir que en areas de impedir la difusión
de opiniones contrarias a las de los Católicos, se hicieron planes
y se tomaron medidas en ese sentido.   Como primera providencia,
se dispuso que todos los escritos sin distinción fuesen recogidos y
quemados.   Esta medida se aplicó especialmente a los libros, lo que
se hizo con todo rigor y persistencia, por espacio de varios siglos.   Tal
fue, según la historia, la causa principal de que sea tan dificil lograr
datos históricos exactos.
   Además, todos los escritores y predicadores que se mostraron
inflexibles sufrieron el martirio.   Ese período fue sobremanera
sanguinario; tanto, que todos los grupos heréticos (así eran llamados)
que persistían en sus opiniones, no importa cuál fuese su nombre ni
dónde viviesen, eran perseguidos.   Los Donatistas y los Paulicianos
se distinguieron entre los primeros grupos.   Los Católicos, por extraño
que parezca, a todos los que se negaban a hacer causa común con ellos
en su desviación de la fe y a creer en sus errores, los denunciaban
como herejes y como a tales los condenaban.
   Esos Católicos llegaron al extremo de llegar a ser más paganos
y judíos que cristianos, mostrándose más sumisos al poder civil que
al religioso; es más: en vez de observar las antiguas leyes crearon
otras nuevas.
   11. He aquí algunas de las nuevas variaciones que se produjeron
acerca de las enseñanzas del Nuevo Testamento durante estos siglos.
Es probable que no siempre se den en el orden del tiempo de su

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promulgación.   En efecto, ocurriría a veces que sería casi imposible
lograr la fecha exacta del comienzo de estos cambios.   Ha ocurrido
con ellos, sin duda, algo semejante a todo el sistema católico; desde
que son efectos de un desarrollo gradual.   Sus doctrinas y enseñanzas
estuvieron sujetas, en los primeros años, a un constante cambio,
mediante adiciones, sustraciones, o sustituciones o anulaciones.
   El resultado fue que la Iglesia católica ya no era, dado que alguna
vez lo fuese, una Iglesia neotestamentaria.   Tampoco era ya un cuerpo
meramente ejecutivo, para cumplir las leyes de Dios, sino que se había
convertido en uno de carácter legislativo, que hace otras nuevas, y
que cambia o abroga las antiguas a su gusto y paladar.
   12. Una de sus nuevas doctrinas o declaraciones dadas a conocer
por ese entonces, fue ésta: "Fuera de la Iglesia no hay salvación."
Como, según ellos decían, no había otra Iglesia que la Católica, se
seguía que había que ser católico, o de lo contrario, perderse.
   13. La doctrina de las indulgencias y la venta de las mismas
constituyó otra nueva y grave desviación de las enseñanzas del Nuevo
Testamento.   Pero con la mira de que esa nueva enseñanza fuese hecha
efectiva, fue preciso introducir todavía, con carácter imperativo, otra
nueva doctrina, a saber, la de abrir un gran crédito en el cielo, pero
accesible a la tierra.   Y así se enseñó que las "obras buenas" poseían
mérito para el logro de la salvación.   Que ese crédito o depósito se
podía acrecentar depositando algo a cuenta en él, del que también
algo se podría sacar o extraer.
   La primera y más importante suma que figuraba en ese crédito
de los cielos era, desde luego, la obra de Jesús.   Como él nunca hizo
mal alguno, no necesitó ninguna de sus obras buenas para sí mismo,
con el resultado de que todas ellas fueron a acrecentar el aludido
depósito.   Luego, en adición a eso, se agregaron todos los sobrantes de
las buenas obras que cada uno de los apóstoles pudo necesitar para sí
mismo, así como el exceso de las hechas por la gente piadosa de las
futuras generaciones, con lo cual se formó un enorme depósito.
   Formado ese enorme fondo de buenas obras y puesto a la
orden de la Iglesia, ésta pudo disponer de é1 según lo requirieran las
necesidades de algún pobre y mortal pecador, echando, mano de aquel
crédito, tanto cuanto la prudencia lo aconsejase, en beneficio del que
lo necesitara.   Tal es el origen de la venta de las indulgencias.

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   La gente las podía comprar, ya para sí misma, ya para sus amigos
y hasta para los deudos difuntos.   Los precios variaban en proporción
a la falta cometida, o que hubiese de cometerse.   Esos precios llegaron
a veces a extremos increíbles, como lo admiten los mismos Católicos.
Algunas historias o enciclopedias dan una lista de los precios fijados
según los diversos pecados para la remisión de los cuales se vendían
las indulgencias
.
   14. Todavía fue necesaria otra nueva doctrina, sí, imperativa, para
hacer las dos últimas completamente efectivas.   Esa nueva doctrina
es la del llamado purgatorio, un lugar de estado intermedio entre el
cielo y el infierno, al cual todos deben de ir para purificarse de todo
pecado que no sea mortal.
   Aún los "santos" deben pasar por el purgatorio y permanecer en
él hasta ser enteramente purificados por el fuego, excepto que logren
ayuda procedente del ante dicho crédito, cosa que sólo pueden lograr
mediante las oraciones y el lucro de indulgencias que hagan y lucren
los vivos en favor de ellos.   De ahí la venta de indulgencias.   Es inútil;
una desviación de las enseñanzas del Nuevo Testamento siempre
conduce inevitablemente a otras.
   15. Detengámonos ahora un momento para mostrar cuales
sean las principales diferencias entre los Católicos Romanos y los
Griegos:
   (1) En cuanto a nacionalidad, los Griegos son principalmente
Esclavos, los que comprenden Grecia, Rusia, Bulgaria, Serbia, etc.
Los romanos son principalmente Latinos; esta Iglesia domina en Italia,
Francia, España, y la América del Sur, la Central, México, etc.
   (2) Los Católicos Griegos rechazan el bautismo por aspersión o
afusión; los Romanos, en cambio, practican la aspersión únicamente,
pretendiendo que tienen derecho a cambiar la forma original Bíblica,
que era la inmersión.
   (3) Los Griegos continúan practicando la comunión infantil; los
Romanos la han abandonado, aunque la enseñaron en otro tiempo,
como medio de salvación.
   (4) Los Griegos administran la comunión en ambas especies a
los laicos, dándoles no sólo el pan, sino también el vino; los Romanos
sólos les dan el pan; el vino sólo lo toman los sacerdotes.
   (5) Los Griegos tienen sacerdotes casados; los Romanos prohíben

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a sus sacerdotes contraer matrimonio.
   (6) Los Griegos rechazan el dogma de la infalibilidad papal; los
Romanos no sólo la aceptan, sino que insisten en defenderla.
   Tales son los principales puntos en que difieren esas dos Iglesias;
fuera de eso, podrían marchar unidas.   Otras diferencias entre ambas
Iglesias, son:
   (a) Los griegos celebran sus oficios EN LENGUA VULGAR;
   (b) No creen en la existencia del PURGATORIO;
   (c) Emplean en la comunión PAN LEUDADO; y
   (d) No tienen en sus templos IMÁGENES DE TALLA, sino
cuadros o pinturas.
   16. Hemos llegado, en nuestras disertaciones, al siglo noveno.
Principiaremos ahora con el décimo.   Es precisamente en ese siglo
cuando tuvo lugar la separación entre las Iglesias Griega y Romana.
Pronto veréis, a través de los siglos, otras nuevas leyes y doctrinas, así
como nuevas y encarnizadas persecuciones, (Véase Schaff-Hersogg,
tomo II, página 901)

"EL RASTRO DE LA SANGRE"

   17. Llamo de nuevo vuestra atención a aquellos a quienes
atrapo la mano de hierro de la persecución.   Si, como parece
aseverar la historia, perecieron cincuenta millones, víctimas de
las persecuciones, durante los mil doscientos años de la Edad del
Oscurantismo
, entonces murieron a razón de cuatro millones cada
cien años.   Tal cifra casi sobrepasa los límites de lo concebible.
Como ya se ha dicho, esa mano de hierro, chorreando sangre de
mártires, cayó implacable sobre los Paulicianos, los Arnoldistas,
los Enriqueños, los Petrobrusianos, los Albigenses, los Valdenses
y los Anabaptistas; y desde luego, sobre algunos otros, se mostró
mucho más dura.   Pero pasaremos rápidamente por esta horrorosa
parte de nuestra historia.

   18. Hemos llegado a otro período bastante largo de concilios
ecuménicos, pero éstos no fueron ni continuos ni consecutivos.   Con el
correr de los años, hubo muchos concilios que no fueron ecuménicos
ni siquiera imperiales o de todo el imperio.   Esos concilios fueron en
gran parte cuerpos legislativos, para dictar alguna ley civil o religiosa

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(?), o reformarla.   Pero ya se trata de la legislación o de las mismas
leyes, una y otras están en abierta oposición al Nuevo Testamento.
   Recuérdeses que tales actos fueron realizados por una Iglesia
sostenida por el Estado, la que vive en conturbenio con un gobierno
pagano, con el resultado de que se ha paganizado más allá de lo que
el gobierno se ha cristianizado.
   19. Cuando un pueblo desecha el Nuevo Testamento, que
contiene todas las normas necesarias para dirigir la vida cristiana del
individuo y de la Iglesia, ese pueblo se ha suicidado, arrojándose a
un piélago sin límites.
   Toda ley errónea - y una ley añadida a la Biblia siempre es
errónea - muy presto (sin que sea posible evitarlo) exigirá que se
añada otra, luego otra, después otra, sin solución de continuidad.   Por
eso fue que Cristo no dio a sus Iglesias ni a sus predicadores poderes
legislativos.   Es más: es por eso que el Nuevo Testamento termina con
estas significativas palabras:
   "Porque yo testifico a cualquiera que oye las palabras de la profecía
de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios
añadirá sobre él las plagas que están escritas en este libro.   Y si alguno
quitare de las palabras del libro de esta profecía,
Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad, y de
las cosas que están escritas en este libro."
  (Apocalipsis, 22:18-19)
   Nota: Insertamos aquí, como entre paréntesis, esta cláusula, a
manera de admonición: Que las Iglesias Bautistas tengan cuidado
con las resoluciones disciplinarias o de otra naturaleza que suelen
aprobarse a veces en sus conferencias, por el peligro que se corre
de que a esas resoluciones se las considere como normas para el
gobierno de la Iglesia.
   20. Los extremados límites de este librito excluyen la posibilidad
de extendernos acerca de estos concilios o asambleas legislativas; con
todo, fuerza será que digamos algunas cosas acerca de ellos.
   21. El primero de los concilios Lateranenses u occidentales,
convocados por los papas, fue convocada por Calixto II, en 1123.
Estuvieron presentes alrededor de 300 obispos.   En esta asamblea se
decretó el celibato de los sacerdotes Católicos Romanos.   Desde luego,
no intentaremos exponer todo lo tratado en estas asambleas.
   22. Años más tarde, en 1139, bajo el pontificado de Inocencio

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II, se convocó otro de estos concilios, especialmente para condenar a
dos grupos de devotísimos cristianos, conocidos como Petrobrusianos
y Arnoldistas.
   23. Alejandro III convocó todavía otro, en 1179, cuarenta años
después del anterior.   En él fueron condenados lo que ellos llamaron
los errores e impiedades de los Valdenses y de los Albigenses.
   24. Treinta y seis años exactamente después del último, se convocó
a otro, por el papa Inocencio III.   Este se celebró en 1215, siendo,
según parece, el más concurrido de estos grandes concilios.   Según la
historia de esta asamblea, "estuvieron presentes en ella 412 obispos,
800 abades y priores, embajadores de la corte bizantina, y un gran
número de principes y nobles."
  Por lo abigarrado de esta asamblea,
ya podéis comprender que no fueron asuntos espirituales únicamente
los que en ella se trataron.
   En aquel entonces se promulgó la nueva doctrina de la
transustanciación que pretende convertir el pan y el vino de la cena
del Señor en el verdadero cuerpo y sangre de Cristo, después que el
sacerdote pronuncia las llamadas palabras sacramentales.   Fue esta
doctrina, entre otras, la que, siglos más tarde, sacudió a los adalides de
la Reforma.   Según ese dogma, todos los que participan de la comunión,
comen realmente el cuerpo de Cristo, y beben su sangre.
   En esta asamblea parece que se originó un nuevo dogma, el de
la confesión auricular, consistente en la obligación de confesar los
pecados de uno al oído del sacerdote.
   Pero es probable que la más cruel y sanguinaria institución que
registra la historia de la humanidad, impuesta jamás a un pueblo, sea
la conocida como la Inquisición, así como otros tribunales destinados
a averiguar y juzgar los casos de herejía.   El mundo está lleno de libros
que condenan esa extrema crueldad.   Sin embargo, esa institución se
originó y perpetuó por gente que pretende ser guiada por el Señor.
   Por lo que respecta a su barbarie, parece que no hay nada,
absolutamente nada, en toda la historia, que la sobrepase.   Tan bárbara
ha sido, que yo no me atrevería a describirla.   Me limitaré, pues, a
remitir a mis lectores a alguno de los numerosos libros que tratan de
la Inquisición, a fin de que se enteren por sí mismos.
   Pero como si no fuese ya bastante con la anterior, esta asamblea o
concilio decretó expresamente la extirpación de toda herejía.   ¡Cuantas

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páginas luctuosas contiene la historia del mundo escritas a causa de
esos horribles decretos!
   25. En 1229, catorce años justos después de esa terrible asamblea,
tuvo lugar otra más.   Esta parece que no fue ecuménica.   Se le conoce
como el concilio de Tolosa.   Probablemente, uno de los asuntos más
vitales de toda la historia del Catolicismo fue promulgado en esta
reunión.   En efecto, se decretó que la lectura de la Biblia, el libro
de Dios, se prohibiese a todos los laicos, excepto a los sacerdotes o
altos dignatarios de la Iglesia.   Que decreto tan extraño en vista de
la clara enseñanza de la Palabra Divina, que dice: "Escudriñad las
Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna;
y ellas son y ellas son las que dan testimonio de mí."
  (Juan 5:39)
   26. Todavía se convocó a otro concilio que habría de reunirse
en la ciudad de Lión.   Lo convocó el papa Inocencio IV, en 1245.   El
objeto por el cual fue convocado parece que fue principalmente para
excomulgar al emperador Federico I de Alemania.
   La Iglesia, la esposa infiel, que aceptó vivir en contubernio
con el Estado en 313, en días de Constantino el Grande, se halla
convertida ahora en ama de casa, y como tal dicta normas políticas
a los gobiernos, a la vez que pone reyes y reinas, o bien los depone,
a su voluntad.
   27. En 1274, fue convocado otro concilio, con la mira de reunir
de nuevo las dos ramas, griega y romana, de la gran Iglesia Católica.
Pero fracasó completamente en lograr su propósito.

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